23.5.14

La verdadera historia interminable

Podría contar esta historia bien contada, pero es demasiado larga y demasiado nuestra. Es una historia que se cuenta en silencio, o en otro idioma, en uno que el resto no entiende.
Diré que cuando se juntaron tu capítulo y el mío intentamos disolvernos,
                                                                                                                      el uno en el otro,
como el café en la leche o la leche en el café.
Intentamos que las sombras no nos ganasen, que no nos siguiesen, que se mantuviesen pequeñas, como si no nos hubiesen asustado cuando eran grandes y nos oscurecían la cama y los sueños.
Intentamos que no nos comiesen los miedos,
                                                                         y los vencimos a todos.
Y cuando vimos de lo que éramos capaces, unidos, como el café y la leche, a oscuras, para que las sombras nos dejen a solas a ti y a mí, y con mil miedos asesinados, nos dimos cuenta de que estábamos hechos el uno para el otro, que codo con codo, boca con boca, habíamos creado algo indestructible, nos habíamos creado. Estábamos unidos de todas las formas posibles y sólo nosotros lo sabemos bien.

Después de todo resulta que los mejores momentos no se miden en horas, minutos o segundos, se miden en risas, suspiros y recuerdos. Da igual el tiempo que haya pasado, da igual si breve o extenso, da igual si se hace corto o interminable, que si se recuerda con una sonrisa, un nudo en la garganta o lágrimas en los ojos, sabrás que ha sido único e irrepetible.

Sabrás que hemos sido nosotros y nadie más. Y sabrás, como se yo, que hay uniones que no las separa nadie.
Y sin señal en el cielo, o portadas en periódicos, sabrás que hablo de ti (y de mí).
Que no tenemos kriptonita pero somos superhéroes.

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