23.5.14

Me has hecho primavera

Me has deshojado entera
en esta batalla de te quieros,
y me han crecido nuevas hojas, 
me has renovado desde dentro.

Me has hecho un sitio en el año,
me has florecido el invierno.
Me envidian las amapolas,
dicen que les he quitado su hueco.

Me he dejado ganar, 
me han vencido tus besos,
me he tirado al suelo,
he echado raíces
y me han crecido pétalos.

Me ha mecido tu brisa,
eres mi soplo de aire fresco.
Me ha regado tu risa, 
mis flores han ido creciendo.

Me has convertido entera
en una estación del año,
me has llenado de colores:



Has roto mi brújula, te señala a ti

Hoy ha salido el sol por el oeste,
le he visto tapar a las nubes,
ha nublado todo con su luz.

Hoy la luna ha eclipsado la noche,
ha llovido desde el suelo
y ha mojado todo el cielo.

Hoy me he caído del techo,
me he despertado en la cama,
con la cabeza en los pies
y los pies en la almohada.

Y ya no sé si soy tú
o eres yo,
pero me has cambiado todo,
y no encuentro nada en ningún cajón.

Hoy ha salido el sol por el oeste
porque te has despertado a mi derecha
y yo he perdido el norte.

Sábanas mojadas

Hace años éramos adictos a los miedos,
no soportábamos la oscuridad,
yo temía mojar la cama
y descubrirlo por la mañana.

Cuando era pequeña temía a los monstruos:
el de debajo de la cama,
el que colgaba de la silla,
el abrigo que me observaba.

Me apagaban las luces y salía corriendo,
me ponía a llorar
y temblaba de miedo.

Pero ahora... he crecido tanto,
me apagas la luz y tiemblo
de ganas de tenerte al lado.

El monstruo ahora vive dentro,
a veces se mete en mi cama,
me hace enloquecer,
no le tengo miedo,
ahora me da placer.

No temo a la oscuridad
porque ahora me acompañas.

Ahora mojo las sábanas
y me despierto ocupada,
con la mano entre las piernas,
con la boca entreabierta
y contigo
              enredada.

Himno al amor propio

Hoy voy a decirte
que me quiero más que a ti,
yo que siempre he estado conmigo,
que intento hacerme feliz.

He decidido hacerme un poema
de amor verdadero,
he decidido dedicarme unos versos,
a ver si me quiero.

Y es que creo
que me lo merezco,
por hacerme heridas
y curarme al completo.

Porque como yo no hay nadie,
voy a escribirme un poquito,
que más vale pronto que tarde
para empezar a adorarme.

Estrangulando al ahogo

Les he pegado un tiro a algunos recuerdos,
jugué a la ruleta rusa,
jugué con el cargador lleno.

He rajado a lo malo,
he clavado cien puñales,
he abierto mil heridas,
y he visto tanta sangre...

He hecho autopsias cuando aún respiraban,
las he abierto por la mitad,
he buscado en lo más hondo,
he hecho daño al dolor.

Y es que he dado el paso,
voy armada hasta los dientes,
tengo munición de sobra.

Voy a asustar al miedo,
voy a apagar la luz,
voy a disparar al cielo,
espero que caigas al suelo.

Esta vez gano yo

Tú:
como las pinceladas
de la Noche Estrellada,
tan rebeldes y precisas
tan bellas
y discontinuas
que me fascinan.
Como las vistas desde un psiquiátrico
me has vuelto loca.

Tú:
Como las cartas de Keats
como ser yo tu Fanny,
como recitar a medias.

Tú:
como las nueve musas,
con todas las artes
eres mi danza,
mi historia,
elegías y retórica,
mi épica, mi elocuencia.
eres mi tragedia y mi comedia,
astronomía, astrología,
eres mi música.
Eres Zeus al crearlas,
yo por suerte, tu Mnemósime.

Tú:
Como la pasión por la demencia
de todo gran artista
(tú me has vuelto insana)
Como las drogas y el alcohol
de grandes pintores y poetas
(me has vuelto adicta)

Tú:
que por ser tú
eres mi mejor apuesta.

Desvanecerse a las 00:18

Para cuando los colores pastel
se vuelvan oscuros
tú y yo habremos huido.

Cuando las hojas se caigan
(de nuevo)
y se apaguen la primavera y el verano
y el frío inunde las calles,
para entonces nos habremos ido.

Y para cuando las nubes lo cubran todo,
cuando tus pinceladas sean amargas
y mis versos breves,
para cuando no sepas qué decirme
y yo me calle.
Para cuando los silencios suenen
y nos duelan los oídos,
para cuando gritemos en silencio,
para entonces ya no estaremos en el mismo sitio.

Hemos corrido ya muchas veces
nos hemos corrido mirándonos a los ojos,
nos hemos marchado del peor lugar
y hemos llegado a nosotros mismos
a los mejores orgasmos.

Nos hemos ido a la vez,
y tú a mí
y yo a ti.
Así que quítate los zapatos que nos vamos,
quítate la ropa, que tenemos que salir corriendo.
Desnúdate, que tenemos que llegarnos.

Autodestrucción en pretérito imperfecto

Se escribió a sí misma un poema.
Se describió de dentro
hacia afuera,
se dejó la piel,
la sangre
y las venas.

Se escribió en un poema,
escribió el pasado,
dibujó con tinta todo lo malo.

Se escribió con delicadeza,
escribió cicatrices,
escribió rarezas.

Se escribió a sí misma en un poema,
cogió un mechero y quemó las hojas,
así convirtió en cenizas
todo aquello que nunca quiso.

Se escribió a sí misma en un poema
y lo llamó "autodestrucción poética".

Quemó su pasado,
quemó sus palabras,
desapareció entre el fuego
y empezó poemas nuevos.

En blanco

Esto es un poema en blanco
Esto no es más que un silencio.
                                                    Es  n a d a.

Esto podría no estar escrito, y llenaría lo mismo
incluso más
o menos.

Es un poema vacío,
lleno de versos.
Es un poema lleno 
con demasiado vacío.

Esto es un silencio largo,
un momento incómodo,
una mirada que se cruza en el metro
para ser apartada de pronto.

Esto es todo aquello que te incomoda,
todo aquello que me alegra.
Es todo lo que te rompe,
todo lo que me llena.
Esto es todo lo que quemé,
todo lo que no hay.

Esto es un poema en blanco.
Esto no es nada.
Esto fue todo.

F e b r e r o

Tan cierto
como que los inviernos 
son para tomar café.
Como que las hojas 
se caen en otoño.
Que en verano
no hay quien aguante este calor.
Y que la primavera
sólo me altera a mí.

Tan cierto
como que un año
tiene 12 meses
365 días,
y hace 365,
te dije que te quería.
y desde entonces,
todos los días,
los 7 de la semana
te repito que te quiero,
y siempre decimos "hasta mañana"
aunque no podamos vernos.

Tan cierto 
como que el amor es ciego
como lo pintó Magritte,
y yo ya no veo nada más
que a ti.

Tan cierto
como que cada vez que te vas
te quedas.
Y cada vez que te vas
me llevas.
Y dejas todo tan lleno de ti
que no se si sigues aquí.
Has pintado las paredes
con tu nombre.
Has llenado las sábanas
con tu olor.

Tan cierto
como que tú 
y yo
ya no somos dos.
Somos un solo 
n o s o t r o s.

Tan cierto 
como que después de un año
sólo sé que queda lo mejor
que queda el resto.

Tan cierto
como que esto
es para toda la vida.

Retrato poético de una A con tilde

Los ojos más bonitos,
de color "no dejes nunca de mirarme".
La sonrisa perfecta,
tu dentista: la alegría.
Unas manos preciosas,
por cómo se enlazan a las mías.
Un cuerpo de 10...
De 10 mil besos con los que lo recorrería.
Y qué decir
de tu cuello, tus brazos,
de tus piernas y tu espalda.
De tus bonitos lunares,
incluso de tu pelo y tu barba.

Y aunque cualquier descripción se queda corta
te repasaría una y otra vez,
con la boca y con la mirada.
Te comería con mis manos,
te haría mío con todo mi alma.
Te escribiría en todos los poemas,
para llenarte de versos.

Y es que si la poesía fuera física,
poesía serías tú
y te retrataría con un lápiz y no sólo con palabras.
Si la poesía fuera física,
poesía serías tú
y te haría el amor hasta dejarte sin palabras.

Pero como no es física,
déjame hacerte el amor
y así haremos poesía.

Enciéndeme

Madrid está llena de ti.
De tus gestos, de tus pasos,
de nuestros momentos.

Madrid está llena de cosas.
De ti,
de mí,
de nosotros.

Madrid está llena de luces.
Y tú me enciendes como nadie,
y los rincones oscuros lo saben.

Madrid está llena de gente
que no sabe quién soy,
quién eres,
qué somos.

Madrid tiene atascos,
trenes rotos,
metros lentos,
luces fuertes.
Madrid nos tiene a nosotros.
Y tú,
tú me enciendes.

Coma

Fue un golpe duro,
un choque frontal contra la realidad.
La colisión fue brutal, rompedora.
Fue rápida, atronadora.

Fue un golpe horrible,
de los que dejan secuelas.
Fue una despedida,
pero no de cualquiera.

Salieron volando los días,
rotos,
desangrándose los recuerdos,
heridos,
las horas diluyéndose,
desvanecidas.
Y ellos, ellos separados.

Quedaron huellas en las calles de aquel adiós accidentado.
El vacío, el silencio.
El frío y el invierno.
Y los ojos rojos.

Y un coma profundo
en su mente, por dentro,
un coma curable con el calor de sus manos.

Astronomía básica

Me pareció encontrar el amor en el cielo,
y lo llamé estrella,
y ahora que te tengo a ti, que brillas más que ella,
no se decir cómo se llaman las luces del cielo.

Y es que hay estrellas muy atrevidas, que cuestionan tu luz propia,
pero la mayoría están muertas y sólo son un reflejo de lo que eran,
y tú, tú ese brillo no lo pierdes.
Tú lo eres y lo serás
mi estrella.

Que no sé cómo las estrellas se atreven a salir,
si esa sonrisa que tienes ya brilla como ninguna.
No sé cómo se atreven a salir,
Si yo las constelaciones las hago en los lunares de tu cuerpo.
Y me pierdo contando tus estrellas,
buscando a la Osa Mayor,
me pierdo en las galaxias de tus ojos,
y puestos a perdernos, me pierdo en ti,
mi universo.

Besos como versos

Que la poesía es arte, de eso no cabe duda,
pero hay silencios más poéticos que una rima.
Y miradas más poéticas que Quevedo,
caricias a la altura de Keats, 
besos que te ponen la piel de gallina, como los versos de Miguel Hernández
y sonrisas que te dejan como un soneto de Shakespeare.

Que la poesía es arte, y los poetas también
pero hay poetas escondidos en poemas corporales
que recitan en beso, resonante,
en caricias y en miradas.
Hay artistas que son arte, por su forma de moverse,
por su forma de mirarte.

Hay personas que, sin escribir rimando, hacen arte cada día.
Personas que en sí mismas ya son la mejor canción, el mejor poema, el mejor cuadro,
una escultura de Miguel Ángel, de proporciones clásicas, perfectas... bellas.

Hay poemas no reconocidos, con nombre y apellido, que, al igual que los escritos, son arte.

No toda la poesía ha sido escrita, alguna ha sido creada con forma humana.

El agujero de debajo de la cama (una historia de miedo y amor)

No es un cuento de "érase una vez", porque no era, sino que es y será. No es una historia cualquiera, porque esas historias tienen principio y final, príncipes que son sapos y princesas con el pelo tan largo que es imposible sin extensiones y, aunque este cuento tenga sus sapos y sus princesas de pelo (y corazón) un poco falso, este cuento no es "un cuento", es "nuestro cuento".
Esto es una historia de dos, de tres, de... cinco que acabaron siendo dos, pero sin matar a nadie.

Comienza la historia hace tiempo, con un corazón desgastado por dos que, sin saber muy bien como hacerlo, rompieron el amor y, con otro corazón que con tantas ganas de amar se rompió a si mismo una vez y con ayuda otra, y es que hay príncipes que nunca dejaron de ser sapos después del beso, y princesas que ni empezaron a serlo. Por eso esta historia es diferente, porque no se sabía si juntando heridas las sumarían o las eliminarían.

La del corazón machacado decidió machacarse, era tan pequeña que jamás lo notaron... Excepto él, porque era muy grande (de corazón) y sabía que ella no estaba bien, lo supo por sus palabras, por la forma de expresarse y porque siempre parecía un grupo de ritmos lentos, de domingo, de llorar. Ella ya sólo creía en el amor como decepciones, y mientras se enamoraba, entre risas, palabras, su voz (y su acento), crecía un monstruo bajo su cama, uno al que ella tenía verdadero miedo, con nombre de decepción y que acompañaba en la soledad, para hacerla más horrible.

Lo sentía bien fuerte, bien dentro, debajo de su cama, en el vibrar de su móvil, lo sentía al andar o al sonreír, el monstruo crecía, el miedo también, y temblaba al hablar, temía cualquier cosa que dijese, cualquier cosa que provocase el ataque del monstruo.

Pero un libro de los de niños, de los que jamás leemos porque nos creemos demasiado maduros y demasiado adultos como para asomarnos a sus sabias páginas llenas de colores y de bonitas palabras, le enseñó una lección: el miedo crece si tu le haces crecer, si tu te creces, el miedo acabará por desaparecer. Y tras unas cuantas lágrimas y un ratito con temblor en las manos, decidió meterse debajo de la cama, y razonarle al monstruo que no tenía miedo, que jamás podría con ella, le contó la situación, su pasado, su presente, y a quién quería en su futuro y, como por arte de magia, el monstruo desapareció, dejando en su lugar un agujero bajo la cama.

Tras una noche de lo más rara, ella se dio cuenta de que su vida había cambiado y, lo mejor, que sus vidas habían cambiado, que todas las noches estarían juntos en sueños y que, en determinados momentos, llegarían a besarse e incluso a sentirse. Y aunque lo peor era despedirse, siempre se daban las buenas noches, esperando a soñar el uno con el otro, esperando despertarse y saber que realmente se verían, con la certeza de que esta es una historia diferente, con principio, con futuro y sin final.

Puede que no siempre pase, las heridas de cada uno lo dirán, pero, en este caso, juntando heridas consiguieron curarlas.

No todas las mantas abrigan igual

Ella se tapaba todas las noches, y, bajo su edredón y un par de mantas, sentía que le faltaba el calor que sólo le daba él. Encendía el radiador, el que tenía enchufado y, aún así, temblaba de no tenerle al lado. Probó a ponerse calcetines gordos y una sudadera, pero la cama seguía fría si le faltaba.

Pasaron los días, grises y oscuros, llenos de sombras, ni el café caliente que siempre la reconfortaba, lograba calentarle el cuerpo, el frío le comía los huesos. Las mantas no servían y se gastó la mitad de su dinero en radiadores, pero él no estaba y eso era lo más frío de todo. Pasaron noches sin apenas dormir, noches frías, como las del Polo Norte, y, cuando menos se lo esperaba, cuando había llenado el armario de ropa que le calentase un poco, volvió él, para calentarle el alma.

Él compensó las noches de frío, quitó las mantas para taparla con su cuerpo, devolvió los radiadores a las tiendas y cambió los calcetines y las chaquetas por sus mimos. Ella volvió a sonreír, a llevar sus vestidos favoritos y a bailar y cantar cuando él tocaba la guitarra.

Las noches eran cálidas, hasta la noche en la que se fue.
Se marchó tras un beso y susurrando "adiós". 
Ella se escondió en la cama y decidió no salir hasta que en su vida fuese primavera otra vez, hasta que él volviese a cuidarla.
Se tapó con recuerdos y esperó, sabía que él volvería. 

Él volvió, prometiendo que algún día no se marcharía más.

"I believe in silver linings, in happy endings"

La sociedad ha decidido que sobran kilos, que las chicas están buenas si casi no se las ve y los chicos gustan si no salen del gimnasio. Han decidido que la gente se tiene que que conocer en las discotecas y las palabras se han quedado desplazadas por lo que hoy llaman música. Ya no se habla, sólo importa que lo que beben se parezca para que cuando se junten, la mezcla no les haga vomitar. Han cambiado el significado de las cosas y "guapa" sólo se puede decir si ella lleva maquillaje y no come lo que quiere y la palabra amor sólo existe para declarar sus gustos sobre lo que fuman.
La sociedad ha decidido por muchos, muchos han decidido como tenía que ser la sociedad.
Pero todo lo malo, incluso este mundo, tiene sus cosas buenas, toda tormenta tiene sus rayos de sol en algún momento, y es que aunque las nubes se vean muy negras, aún quedan rayos de sol que iluminen las cosas. Todavía hay gente que prefiere las palabras, que escapa del ruido enlatado,de los focos cegadores para dedicarte unos minutos y distinguir tu voz de los gritos en los antros. 
Por suerte, creo en los rayos de sol. Y es que siempre me ha gustado mirar al cielo, y aunque adoro las nubes y sus formas, las que tapan los colores de ahí arriba, lo que más me gusta es ver como el sol sabe colarse entre ellas, disimuladamente, dejándose ver lo justo desde fuera como para darle al cielo ese toque especial que vemos en las fotos, en los mejores atardeceres, amaneceres y dibujos. 
Los rayos de sol de este mundo son los que despejaran todo el cielo, para que algunos podamos ver el arco iris o distinguir todos los tonos cuando se pone el sol, son los que iluminarán a muchos, 
                                    los que me dan la luz a mí.

Mariposas y Huracanes (volar sin alas)

Hace tiempo que las mariposas se convirtieron en huracanes, siguen viviendo en mi estómago y me dan mil vueltas. A veces vuelven a ser ellas, y con sus alas me suben muy alto, y lo prometo, últimamente toco el cielo. Es increíble lo mucho que podemos volar los humanos sin alas, sin dejar de pisar el suelo, incluso. Y la mejor parte es que las mariposas me alzan y los huracanes me mantienen arriba. Mágico, como Harry Potter, como en los cuentos de hadas. Como esa Dorothy que viajó al País de Oz por un tornado, o como Alicia que acabó en el País de las Maravillas de tanto soñar.
               Yo una vez soñé con esto, y es verdad que la realidad supera a la ficción.

La verdadera historia interminable

Podría contar esta historia bien contada, pero es demasiado larga y demasiado nuestra. Es una historia que se cuenta en silencio, o en otro idioma, en uno que el resto no entiende.
Diré que cuando se juntaron tu capítulo y el mío intentamos disolvernos,
                                                                                                                      el uno en el otro,
como el café en la leche o la leche en el café.
Intentamos que las sombras no nos ganasen, que no nos siguiesen, que se mantuviesen pequeñas, como si no nos hubiesen asustado cuando eran grandes y nos oscurecían la cama y los sueños.
Intentamos que no nos comiesen los miedos,
                                                                         y los vencimos a todos.
Y cuando vimos de lo que éramos capaces, unidos, como el café y la leche, a oscuras, para que las sombras nos dejen a solas a ti y a mí, y con mil miedos asesinados, nos dimos cuenta de que estábamos hechos el uno para el otro, que codo con codo, boca con boca, habíamos creado algo indestructible, nos habíamos creado. Estábamos unidos de todas las formas posibles y sólo nosotros lo sabemos bien.

Después de todo resulta que los mejores momentos no se miden en horas, minutos o segundos, se miden en risas, suspiros y recuerdos. Da igual el tiempo que haya pasado, da igual si breve o extenso, da igual si se hace corto o interminable, que si se recuerda con una sonrisa, un nudo en la garganta o lágrimas en los ojos, sabrás que ha sido único e irrepetible.

Sabrás que hemos sido nosotros y nadie más. Y sabrás, como se yo, que hay uniones que no las separa nadie.
Y sin señal en el cielo, o portadas en periódicos, sabrás que hablo de ti (y de mí).
Que no tenemos kriptonita pero somos superhéroes.

Café contigo... o con tostadas

Llovía sin parar, sin que el agua me limpiase los pensamientos, que cada día parecí­an estar más sucios
El viento me llevaba más allá de lo que quería, por un camino que no me servía de guía y jugaba a despeinarme como no lo hací­a la cama.
Y entre tormentas y tempestades, entre días de sol más frí­os que el hielo, y días de invierno con calores veraniegos, 
decidimos estar locos.
Decidimos, una noche, que éramos invencibles, como dice la canción.
Y creímos en la locura, a pesar de lo que los cuerdos digan.
Creímos, como un cristiano en Dios.
Creímos en ti, y en mí.
                                    En nosotros.
 Creímos y creamos.
Empezamos a mezclarnos, como el azúcar en el café
Empezamos a endulzarnos la vida.
Y la verdad, es que me sabe mejor que cualquier desayuno.

95B de corazón

Que dicen que el tamaño no importa, que son leyendas urbanas,
como los cocodrilos de las alcantarillas de Nueva York.

Que el tamaño no importa, que la cosa está en saber usarlo.
Que todo es un cuento y lo que importa es lo de dentro.

Dicen que el tamaño no importa pero prefieren entrar en una 36.
Dicen que no importa pero prefieren la 95 a la 80.
Dicen que da lo mismo, pero se preocupan si son 18 centímetros, que ya son más que 15.
Dicen que el tamaño no importa, pero también dicen que ella se corta,
 y que ha dejado de comer.
Que no sabe cómo medir el dolor.

Quedan pocos que de verdad lo piensen, que una 36 y una 42 son sólo números, que en centímetros no se miden las distancias, y que lo importante no se puede medir como se miden las copas.

Que los que dicen que el tamaño no importa es a los que más les preocupa.

Que el tamaño que importa está en el pecho, pero no en el sujetador.

Ni Spiderman ni Batman, tampoco Superman

Que los superhéroes no existen, dicen. Y es que está claro que nadie ha visto uno salvando una ciudad, ni volando entre las nubes.

El problema es que los superhéroes de verdad no van vestidos con capas y antifaz, que no llevan una máscara roja y azul, ni un traje negro, los de verdad llevan los calzoncillos debajo de los pantalones y quien los conoce sabe su nombre y apellido. No tienen que esconderse en cabinas telefónicas a ponerse su disfraz, sin embargo hacen que te cambie la cara sin ocultarse. Quizás no te lleven volando, pero pueden subirte a las nubes. 

Una noche, sin esperarlo, conocí a uno, que sin máscara, sin disfraz, sin una capa ni un coche vistoso, salvó una ciudad casi en ruinas. No le hizo falta una señal, apareció de forma casi mágica, y donde encontró villanos empezo a matarlos, usó sus mejores armas, fue asegurando la ciudad, recuperando sus calles, devolviéndoles la vida, dándoles esperanza, alegría, un futuro mejor. 
No le hizo falta una araña para tener superpoderes, ni mucho dinero para conseguir hacerlo, no necesitó un elemento extraterrestre, simplemente  llegó con ganas, con fuerza, con una sonrisa y la cabeza alta, llegó con valor y recuperó una ciudad. 
Resultó tan brillante y llamativo como un "PUM!" en una viñeta de un cómic, resultó ser el héroe que otros no vieron, el que una ciudad supo atraer y hacer que se quede. 

Hay héroes desconocidos por muchos y únicos para otros, héroes de cómic, de película, héroes de ciencia ficción, extraterrestres, humanos, con poderes o con dinero, hay héroes de todo tipo, los hay hasta de verdad.


Será por eso que ya no temo a los villanos.